Un día, llegó a nuestras villas un huésped que daba talleres de luz violeta y me invitó a asistir. Sentí que debía ir, que había algo para mí. El retiro duró todo un fin de semana, pero a cinco minutos de terminar todavía no había pasado nada. Me sentí desconcertada y decepcionada. Y solté mis expectativas. Entonces, fue ahí, en esa corta meditación de cierre, que nos dio la indicación de visualizar un rayo de luz violeta entrar por nuestro tercer ojo. No hizo falta que lo visualizara. Me sorprendió el potente golpe de energía de ese rayo entrar por mi frente e inundar todo mi cuerpo de una dicha y amor incontenibles e indescriptibles. Después, ese rayo bajó por mi canal central hasta el centro de mi plexo cardíaco y "explotó" irradiándose por todos lados.

Sólo quería llorar como un bebé de tanto amor y gratitud. 

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Después de esa experiencia me sentía con mucha energía y "poder". Tenía la sensación de que podía lograr cualquier cosa. Mi carácter, repentinamente, era más amoroso, paciente, perceptivo... y casualmente me di cuenta de que podía sanar con las manos, junto con otras habilidades extraordinarias que antes no tenía. 

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Sin embargo, en ese momento de mi vida no sabía qué hacer con toda esa energía y dones. No sabía cómo aprovecharlo, encauzarlo, desarrollarlo... y con los meses se fue desvaneciendo. Aunque dejó la semilla y el interés en mí, marcando el inicio de un camino de estudio y práctica del desarrollo de la intuición y sus dones extraordinarios.